Burbano (1995). “Frente al desmesurado avance tecnológico, el desplome de los valores y la crisis de utopías, el aprender a pensar a quedado relegado, incluso, convertido en patrimonio de los audaces y atrevidos que pretenden despejar senderos, buscar sentidos, o por lo menos naufragar en el intento. Aprender a pensar es promover la inquietud permanente para abordar, con la naturalidad propia de los niños el qué, y los porqués del los múltiples interrogantes que plantea la realidad. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado por el sentido de nuestras vidas?, por el mas allá, el universo, Dios, la felicidad,..si nuestro horizonte apunta a lo inmediato ¿para qué chocar con lo infinito, lo real o lo no real, lo impredecible, lo inexplicable?. Tanto el pensar se constituye en un reto, que por supuesto dignifica, pero a su vez nos conduce a develar problemas insolubles propiciando un marcado clima de escepticismo. Frente a este juego de ruleta rusa, la persona que asume vigorosamente sus ser de posibilidades, deduce que aprender y enseñar a pensar es la única alternativa, para que el hombre del agonizante siglo XX, no termine asfixiado por una omnipotente sociedad de consumo que lo vulnera y lo carcome moralmente”.